viernes, 18 de febrero de 2011

La evaluación formativa: ¿La utopía de la Educación?



En educación, y especialmente, quizás, en la Educación Superior, la evaluación sigue ejerciendo una función de clasificación y selección, desde incluso antes del ingreso de los estudiantes en la Educación Superior, con las pruebas de acceso a la universidad, por ejemplo. Pero el cambio en las concepciones de enseñanza y aprendizaje que el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) ofrece, requiere la necesidad de modificar tanto las estrategias metodológicas como las concepciones sobre la evaluación. Si se habla de un aprendizaje centrado en el alumno, la evaluación deberá seguir ese enfoque, que se basa en el aprendizaje y en la transformación de la idea tradicional sobre evaluación como calificación del rendimiento (FIT[1] - Formar, Indagar y Transformar-, 2009), y por lo tanto, será importante trabajarlo desde niveles anteriores.
Pero ese es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la Educación. A la evaluación le falta credibilidad en aspectos como su carácter formativo, y surge el miedo o incertidumbre respecto a lo que ella representa, por lo que corre el riesgo de perder su poder de transformación, limitándose únicamente a lo que nos encontramos continuamente en las prácticas “evaluativas”. Es vista como un simple instrumento de medición, una herramienta de rendición de cuentas, que sirve principalmente para realizar comparaciones (Álvarez Méndez, 2008).
En ningún momento se pretende que la evaluación formativa excluya la calificación dentro de las asignaturas, ni una revelación contra lo que normativamente está impuesto. Pero hay que tomar conciencia que la evaluación va más allá de lo puramente educativo o formativo, ya que traspasa los muros de la institución y actúa en las relaciones sociales, porque en ocasiones es un instrumento de jerarquía y poder. Y es que la evaluación está constantemente en el terreno de los valores, la moral y la ética, y es justamente eso lo que hace que se convierta en una forma de dominación o independencia, en una actividad de control o de aprendizaje, motivadora o sancionadora.
No cabe duda que en la Educación en general y, quizás, especialmente en la  Superior supone un reto, aún mayor, entender la evaluación como un medio formativo, de aprendizaje, guía para el estudiante y no tanto como “una calificación basada en un procedimiento” (Angulo, 1994). En definitiva, la evaluación se simplifica y reduce a un mero ejercicio de control y medición, de control de resultados (productos acabados), sin tener en cuenta los contextos y las personas que los generan, y cómo se han generado esos “productos”. Álvarez Méndez (2008) lanza una cuestión: ¿por qué dar por cerrado o concluido un proceso que debe estar siempre abierto? En la enseñanza los logros no pueden entenderse como estados terminales, no son productos acabados que se consiguen sin más (Bauman, 2007; Stenhouse, 1987), pero la evaluación queda reducida a “calificación” y a sus consecuencias de exclusión, selección y clasificación.
En el contexto pedagógico se habla, en la actualidad, de un cambio educativo, de un aprendizaje centrado en el alumno, de reforzar la autonomía del alumnado, desarrollar habilidades y capacidades críticas, pero ese discurso, tal y como se está defendiendo, no se está vinculando al discurso de la evaluación. Puede que uno de los problemas que nos encontramos es que no se entiende la necesidad de un cambio curricular o didáctico, y es por ahí donde autores como Gimeno Sacristán y otros (2008), insisten en que hay que empezar a modificar la práctica y las percepciones, o concepciones, para obtener una concepción diferente de la evaluación. Si se habla del aprendizaje centrado en el alumno, la evaluación deberá seguir ese enfoque, basado en el aprendizaje, y transformar, por lo tanto, la idea tradicional de la evaluación como calificación basada en el rendimiento, manifestada en muchas prácticas educativas. Como señala Perrenoud (1990), la evaluación supone un “corazón” en los temas pedagógicos, ya que influye en el curriculum, en la enseñanza, en el aprendizaje y los modos de interacción didáctica (Hargreaves, Earl y Ryan, 1998).
Desde la perspectiva constructivista se argumenta que  la evaluación debe estar al servicio del aprendizaje y del que aprende, y que por lo tanto, una buena enseñanza lleva a un buen aprendizaje, lo que desemboca en una buena evaluación. Esto conlleva que el profesorado no debe limitarse a observar y evaluar, sino que debe implicarse con los estudiantes, de modo que, a medida que éstos van realizando, por ejemplo, actividades, los docentes deben ir planteándoles nuevas preguntas, corrigiendo errores, alentando su razonamiento, etc. Por eso, una buena evaluación hace una buena actividad de enseñanza y, por lo tanto, hace buena la actividad de aprender (Álvarez Méndez, 2001).


[1] Grupo de investigación 'Formar, Indagar, Transformar (FIT)', coordinado por Leonor Margalef, registrado con la referencia CCSS2007/F13 en el registro de grupos de investigación de la Universidad de Alcalá. Disponible en:
http://www.uah.es/investigacion/INVESTIGACION/docs/Grupos/CC_Sociales.pdf
Página web del grupo de investigación: http://www2.uah.es/fit/programa2.htm

martes, 8 de febrero de 2011

“La coordinación en los Grados: Retos por afrontar, retos afrontados"

Ese es el lema del V EIDU (Encuentro de Innovación en Docencia Universitaria) que se organiza desde el Programa de Formación del Profesorado y Desarrollo de la Innovación Docente, de la UAH, perteneciente al Vicerrectorado de Calidad e Innovación Docente.

Pero, ¿por qué esa temática?


Si los docentes quieren tener un impacto en el complejo mundo de la formación deben aprender a confiar y a valorar a los colegas tanto a los que son distintos de ellos como a los que son como ellos (Hargreaves, 2003: 41).

Crear un clima de trabajo, un espacio de entendimiento y comunicación son ingredientes indispensables para la coordinación de las acciones formativas. En este Encuentro se quiere contribuir a esa labor y generar espacios para comenzar a construir una cultura basada en el trabajo en equipo, el diálogo y la cooperación que facilita la coordinación de la enseñanza.

La coordinación supone ir más allá de la gestión, de la organización de espacios, tiempos, tareas y procedimientos de evaluación. Supone tener momentos para la reflexión, el debate, el consenso, la negociación. Implica dotar de herramientas y estrategias para generar una coordinación y articulación vertical (titulación) y una coordinación horizontal (curso) de manera integrada y sostenida.

En este sentido la temática principal de este V Encuentro estará centrada en la búsqueda de respuestas a algunos interrogantes:

:
Como docentes
  • ¿Qué circunstancias pueden favorecer dicha coordinación?
  • ¿Cómo contribuyen a los procesos de innovación de nuestras prácticas?
  • ¿Cómo estamos recogiendo la voz del alumnado en estos procesos?
  • ¿Cómo percibimos los procesos de coordinación horizontal?
  • ¿Qué compromisos asumimos en el proceso de coordinación?
  • ¿Qué acciones de coordinación estamos poniendo en marcha en las titulaciones de Grado?
Pero como siempre ocurre en los todos los Encuentros de Innovación, no solamente tiene voz el profesorado, sino que también pueden participar los alumnos, parte importantísima de la Comunidad Universitaria, para ellos se plantean etos interrogantes:
  • ¿Qué aportaciones podemos realizar?
  • ¿cuál es el nivel de compromiso que podemos asumir?
  • ¿Cómo podemos implicarnos en dichos procesos?
La valoraciones de los encuentros anteriores, siempre han sido muy positivas, dada la calidad de los ponentes, de las comunicaciones presentadas, de los participantes y sus aportaciones, etc. Estoy seguro que este también lo será.

Si estáis interesados en asistir, os pongo a continuación el enlace donde podréis encontrar toda la información acerca de este V EIDU:


El lugar donde se desarrollará es la Facultad de Farmacia (Campus Externo de la UAH) y serán los días 15 y 16 de marzo.

Espero que sea de vuestro interés. Yo voy ¿y tú?

Un abrazo.

Benjamín