A lo largo del curso pasado tuve la oportunidad de trabajar
con dos grupos de estudiantes de Magisterio, del Centro Universitario Cardenal
Cisneros, con la metodología del Aprendizaje Cooperativo. No resultaba una tarea
sencilla, el formar los grupos, ya que eran estudiantes (algunos), con los que
no había tenido la oportunidad de trabajar, por lo que tuve que escoger
criterios que me dieran cierta objetividad a la hora de realizarlos. Por otro
lado, me hice consciente que estos grupos debían ser flexibles y que mi labor
como guía y el papel de la evaluación de los grupos era fundamental. Aún así
agrupé de la forma que a mí me parece la más correcta.
Uno de estos grupos, en los que utilicé aprendizaje
cooperativo, estaba formado por 35 estudiantes, de edades comprendidas entre 19
y 22 años.
El tipo de agrupación
que escogí fue heterogéneo. Basándome en los siguientes criterios:
- Género.
- Rendimiento académico (para ello cojo las calificaciones obtenidas en una asignatura anterior).
- Actitud en clase.
A la hora de seleccionar cuantas personas hay por grupo, me
baso en mi experiencia en trabajos en grupo y lo señala Pujolás en sus diversas
obras, recomendando grupos de 3 ó 4
personas.
La duración de estos grupos, puede ser flexible, por lo que
comentaba anteriormente, pero dado que las asignaturas que imparto tienen una
duración de un cuatrimestre, procuro no cambiar de grupo, salvo excepciones o
que los propios estudiantes lo indiquen en las evaluaciones de grupo que
realizan.
La distribución de equipos en el aula se realiza en forma de
espiga, teniendo en cuenta que todos los estudiantes puedan ver la pizarra, al
profesor o cualquier exposición, sin necesidad de tener que mover la silla, las
mesas o tener posturas corporales perjudiciales (ver la imagen).